Artículo RAR CAPÍTULO 5

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Reducir el riesgo del desastres en América Latina y Caribe:

 

el balance de 30 años

Durante tres décadas de esfuerzos para reducir el riesgo de desastres se lograron avances relacionados al conocimiento sobre el riesgo y su manifestación en desastres y se han identificado los factores que inciden en su construcción; sin embargo, según sostiene el RAR, estos esfuerzos podrían aumentarse a la hora de incorporar una gestión de prevención del riesgo de desastres en las agendas nacionales.

 

El RAR argumenta que los compromisos internacionales mostraron una adhesión de países cada vez mayor y sirvieron de impulso para generar material para una comprensión más amplia del riesgo y para impulsar acciones desde distintos grupos de la sociedad y sectores gubernamentales. Al estar sesgado hacia la concepción de desastres como fenómenos puramente naturales, el reporte afirma que el Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales (DIRDN) 1990-1999[1] fue uno de los principales motivadores para generar conocimiento sobre los procesos sociales y económicos que son responsables de la construcción del riesgo de desastres, dando lugar a los enfoques teóricos que se utilizan hoy.

 

El Marco de Acción de Hyogo 2005-2015[2] y el Marco de Sendai 2015-2030[3] absorbieron estos avances en la comprensión del riesgo incorporando instrumentos específicos para guiar a los gobiernos e indicadores y mecanismos de seguimiento para medir los avances. El RAR concluye que, a pesar de estos méritos, implementar con éxito estos marcos implicará superar retos como el traducir el conocimiento sobre el riesgo en políticas públicas y acciones específicas, la debilidad institucional y financiera de los países y la falta de transparencia y corrupción, entre otros. El mayor desafío que reconocen los expertos del RAR será mantener firme el compromiso de los países y de la comunidad internacional con el cumplimiento de las metas del Marco de Sendai y la Agenda 2030[4].

 

“La brecha entre la teoría y la práctica es uno de los desafíos más importanes. Uno de los grandes retos es hacer que haya sinergias entre el ámbito de la acadamia y de la gestión, ajustándose los tiempos políticos de un gobierno para implementar una política y los tiempos de la investigación y la creación de una cultural institucional.” Raquel Lejteger, arquitecta especializada en gestión del riesgo de desastres, consultora de Naciones Unidas, coautora RAR

 

El RAR confirma que, para conocer la verdadera dimensión de los desastres, se deberán mejorar los sistemas de recolección de datos. Si bien ha habido avances en la disponibilidad de información, aún se requiere no sólo mejorar la calidad de los datos y ampliar la cobertura de países, sino también invertir en estandarizar las metodologías para contar con cifras unificadas que sean accesibles a públicos no especializados y tomadores de decisiones. El reporte sostiene que América Latina y Caribe ha contribuido en la creación del sistema DesInventar, el cual fue adoptado por Naciones Unidas, y se ha ampliado la cobertura de las bases de datos tanto para riesgos intensivos como extensivos. “Las plataformas de datos disponibles hasta ahora son perfectibles y es probable que en el futuro surjan nuevas fuentes o metodologías para una mejor comprensión del riesgo y sus efectos; pero mientras eso no ocurra, se debe seguir trabajando en su actualización y mejoramiento” para comprender el impacto real en el territorio, afirma el informe.

 

“Necesitamos datos para demostrar la relevancia de la reducción del riesgo de desastres y para colocar el tema en la agenda política. Pero el dato es relevante por el análisis que hacemos del mismo, no el relevante por sí solo. Hay una serie de dificultades en los países para obtener los datos, guardarlos y reportarlos: eso complica la capacidad de análisis que podemos tener.” Carlos Picado, Jefe de la Unidad de Desarrollo Estratégico de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) de Costa Rica

 

Si bien se han logrado avances en la comprensión del riesgo, según manifiesta el RAR, la teoría y la práctica para la gestión del riesgo seguirán por caminos diferentes en la medida que no se identifiquen y aborden los impulsores del riesgo. Los expertos sostienen que, a pesar de que América Latina y Caribe adoptó rápidamente la idea de que el riesgo es producto de la relación de la sociedad con el medio ambiente, la gestión del territorio y la desigualdad social, las acciones de política pública se enfocaron en respuestas ante emergencias y no en reducir los factores que contribuyen a la creación del riesgo.

 

El RAR afirma que invertir esfuerzos en reducir el impacto de desastres implica trabajar en una gobernanza para la gestión del riesgo que abandone definitivamente la visión reactiva y que revise críticamente los modelos de desarrollo de la región. Uno de los pilares de la gobernanza para la gestión del riesgo es la incorporación de aspectos relacionados con la rendición de cuentas y la participación. En América Latina y Caribe, el reporte destaca que las iniciativas de la sociedad civil han sido fundamentales para la generación de conocimiento y para poner en práctica la gestión del riesgo en territorio. “El fortalecimiento y un rol de mayor peso de los gobiernos y otros actores locales debe ser uno de los pilares en la transformación de la gobernanza del riesgo para los próximos años”[5], explica.

 

“Hay un desfase entre la teoría y la práctica, ahí es donde tenemos un reto muy grande en esta década sobre cómo hacer mucho más clara la parte práctica para atender muchas de las poblaciones vulnerables.” Pascal Girot, Universidad de Costa Rica, Escuela de Geografía

 

El RAR refleja que los efectos de la crisis sanitaria y económica a partir de la pandemia COVID-19 han dejado al descubierto un futuro incierto en el que se pronostican efectos adversos sobre los niveles de empleo, pobreza, desigualdad y crecimiento económico de los países, sumado a los desastres impulsados por el efecto del cambio climático y el desplazamiento de personas que ya están manifestándose en la región. Por ello, llama a cuestionar los modelos de desarrollo catalogados bajo normalidad en busca de un cambio radical de paradigmas, indagando con mayor profundidad las causas que dieron origen a un desastre de esta magnitud.

 


[1] Proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989.

[2] Aprobado el 22 de enero de 2005, la Conferencia Mundial sobre la Reducción de los Desastres de Naciones Unidas.

[3] Adoptado en la Tercera Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Reducción del Riesgo de Desastres, celebrada en marzo de 2015 en Sendai, Japón.

[4] Establecida a partir de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible “El futuro que queremos” de 2012.

[5] RAR-LAC 2021, Reporte regional de evaluación del riesgo de desastre en América Latina y el Caribe, UNDRR, Capítulo 5.

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