Author(s): Mami Mizutori

Llegó el momento de decirle adiós a los desastres “naturales”

Los desastres no son naturales
Mika Baumeister

Se podría aseverar de forma razonable que #LosDesastresNoSonNaturales, a pesar del uso generalizado del término “desastres naturales” en los medios de comunicación y por parte de las agencias de la ONU, las ONG y muchos otros actores. 

Los desastres son el resultado de una amenaza natural o antropogénica que repercute en un asentamiento humano, el cual no cuenta con los recursos adecuados o no está organizado de forma tal que pueda resistir su impacto, y cuya población es vulnerable debido a la pobreza, la exclusión o por ser socialmente desfavorecida de alguna u otra forma. 

Una amenaza natural se transforma en un desastre cuando se combina con la exposición y la vulnerabilidad para ocasionar la pérdida de vidas, lesiones y heridas, junto con pérdidas económicas. 

Si una tormenta aparece en medio del Atlántico o si surge una inundación repentina a lo largo de un desierto, el resultado no será un desastre. Se trata únicamente de condiciones meteorológicas. 

Los esfuerzos para reemplazar el término de que los desastres son naturales, #LosDesastresNoSonNaturales, surgieron desde finales del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales durante los años 90.

Si este se lanzara el día de hoy, se denominaría Decenio Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres. 

Durante los últimos 20 años, el enfoque a reducir las pérdidas que ocasionan los desastres se ha ampliado grandemente, más allá de ser simplemente un área de atención dentro de la gestión de desastres, para tomar en consideración todos los otros elementos que contribuyen a aumentar el riesgo de que ocurran pérdidas de vidas, heridas y lesiones, daños a infraestructura crítica y pérdidas económicas cuando se produce un desastre. 

La mayoría de este riesgo que se acumula en la sociedad es debido a la débil gobernanza del riesgo, lo cual equivale a una falta de planificación guiada por aspectos del riesgo y de la participación pública, junto con la inhabilidad de responder a evidencia científica y a claros indicios de alerta sobre diversas amenazas, en particular el calentamiento global y la emergencia climática. 

Desafortunadamente, existen muchos riesgos en nuestro mundo contemporáneo, tales como la pobreza y la desigualdad, la degradación ambiental, una urbanización rápida y poco planificada, códigos de construcción que son débiles, el crecimiento demográfico en áreas expuestas a amenazas y la propagación de enfermedades zoonóticas, tal como el COVID-19.

Lo que el COVID-19 ha dejado al descubierto es que todos estos riesgos múltiples están relacionados y sus impactos se generan en cascada: riesgo sistémico.

Una de las cuatro prioridades de acción que se incluyeron en el plan global para reducir las pérdidas que ocasionan los desastres, el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030, es “fortalecer la gobernanza del riesgo de desastres para gestionar dicho riesgo”. 

Según el Marco de Sendai, la gobernanza del riesgo de desastres requiere de “claros objetivos, planes, competencia, directrices y coordinación en los sectores y entre ellos, así como con la participación de los actores pertinentes”.

Si no se cuenta con una sólida gobernanza del riesgo, será difícil establecer la planificación y la coordinación necesarias para abordar de una forma holística y congruente los principales elementos impulsores del riesgo de desastres.

El punto central de la campaña #LosDesastresNoSonNaturales es que el uso de la palabra “natural” para describir los desastres puede dar la impresión de que estos son inevitables y que las acciones humanas pueden hacer muy poco para prevenir o mitigar sus impactos. 

El último Informe de Evaluación Global sobre la Reducción del Riesgo de Desastres 2019, elaborado por UNDRR (GAR2019), señala que el mundo está llegando a un punto en el que es posible que ya no tengamos la habilidad de mitigar o corregir el impacto en cascada y los riesgos sistémicos, especialmente con relación a los efectos del calentamiento global en un mundo que va rumbo hacia un catastrófico aumento de la temperatura en 3° C o más. 

¿Hasta qué punto se pueden atribuir las deficiencias de la gobernanza del riesgo de desastres al mensaje subliminal que se envía al utilizar de forma continua el término “desastres naturales” y explicar que los #LosDesastresNoSonNaturales? 

En una encuesta que se realizó recientemente en el marco de la campaña #LosDesastresNoSonNaturales, el 97% de las 122 personas encuestadas trabajan en organizaciones que, como parte de su trabajo, se centran específicamente en emergencias humanitarias o en caso de desastres. A pesar de su conocimiento especializado, el 92% de los encuestados informaron que escuchan a sus colegas utilizar el término “desastres naturales”, mientras que el 60% afirmó que estas organizaciones incluyen el término en bibliografías y en el título de sus cargos. 

Confieso que yo también he usado el término “desastres naturales” sin haberlo pensado detenidamente. La expresión se usa de forma reiterada en los medios de comunicación, hasta el punto en que, en cierto modo, se ha arraigado en nuestro vocabulario cuando hablamos de desastres. 

Este es un año propicio para aumentar el grado de sensibilización sobre la diferencia entre una amenaza natural y los denominados “desastres naturales”, así como para cambiar las percepciones y las actitudes, de forma tal que aumente el nivel de comprensión sobre el riesgo de desastres. 

En este año, se ha programado que los Estados miembros de las Naciones Unidas ya tengan establecidas estrategias para la reducción del riesgo de desastres en el ámbito tanto nacional como local para cumplir con una de las metas claves del Marco de Sendai. Una gobernanza adecuada del riesgo será el aspecto central del Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres de este año, a celebrarse el 13 de octubre. 

En esta semana se lanzará una nueva fase de la campaña #LosDesastresNoSonNaturales, con lo cual se busca que el término sea redundante en los lugares de trabajo. 

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