Author(s): Luis Burón B.

Los tiempos de la gobernanza

Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres

La gobernanza del riesgo de desastres atraviesa un momento trascendental. No solo fue puesta a prueba de forma repentina y abrumadora por la pandemia de COVID-19, sino que este año se cumple la Meta E del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres (2015-2030), la primera en terminar su plazo de acción, y que propone “incrementar considerablemente el número de países que cuentan con estrategias de reducción del riesgo de desastres a nivel nacional y local para 2020”. 

No podía ser de otra manera, entonces, que el 13 de octubre de este año, Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres (DIRRD), se enfocara en la buena gobernanza como camino para una efectiva reducción del riesgo. “COVID-19 y la emergencia climática nos advierten de la necesidad de implementar una visión a largo plazo, con instituciones que planifiquen, que sean competentes y empoderadas, y que actúen en función de evidencia científica a favor del bien común”, señala Mami Mizutori, Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres. 

La contundencia de la pandemia de COVID-19 en todos los sectores también ha dejado un mensaje alto y claro para la gobernanza: el riesgo es sistémico y cada vez más reverberan unos riesgos con otros, lo que crea un efecto cascada afectando el sistema en su totalidad. Más allá del manifiesto menoscabo en los sistemas de salud, se estima que el PIB de América Latina y el Caribe podría disminuir un 9.1% en 2020, según el informe de Naciones UnidasEl impacto del COVID-19 en América Latina y el Caribe’. El documento señala, además, que se prevén aumentos de 5.4% en desempleo, 7% en pobreza, 4.5% en pobreza extrema y un incremento de 4 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria aguda. 

“Es fundamental que cada país promueva un espacio de análisis y sistematización de la respuesta ante el COVID-19. Seguramente en muchos países se deberán actualizar los aspectos claves de la gobernanza del riesgo, que permitan un análisis claro del riesgo sistémico que afronta cada país, pero sobre todo que facilite la respuesta a cualquier tipo de amenaza, sin importar su origen, duración e impacto”, asegura Ciro Ugarte, director del Departamento Emergencias en Salud en la Oficina Regional de la Organización Panamericana de la Salud.

La gobernanza guía el camino

Hay incontables evidencias que demuestran que la buena gobernanza del riesgo de desastres nace de la colaboración y las alianzas entre mecanismos e instituciones para reducir el riesgo de desastres y pavimentar el camino hacia el desarrollo sostenible. 

La respuesta de Uruguay ante la pandemia de COVID-19, por ejemplo, resonó en toda la región. A través de un bloque integral que agrupó a tomadores de decisiones, científicos y académicos, aplicaron estrategias y planes que incidieron en la gestión de la crisis sanitaria -apenas 1,500 contagios- y redujeron el riesgo de las amenazas socioeconómicas que han sacudido a tantos otros. “La pandemia provocó la confección de distintos protocolos y el inicio de enfocar el riesgo de forma integral. También fortaleció y profundizó una cultura de gestión y conocimiento del riesgo”, manifiesta Sergio Rico, director del Sistema Nacional de Emergencia de Uruguay.

La ciencia y la tecnología se han convertido en aliados fundamentales de la buena gobernanza del riesgo. Recopilar datos e información permite la construcción de proyecciones de amenazas y escenarios de riesgos para así reducir el impacto de los desastres, principalmente en poblaciones dominadas por pobreza, exclusión y desigualdad. 

El Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres en América Central y República Dominicana (CEPREDENAC) ha aprovechado las bondades de la tecnología para fortalecer la gestión del riesgo de desastres en la región. A través de la Plataforma de Información y Coordinación para la Emergencia SICA COVID-19, consolidaron información que complementó los esfuerzos nacionales y fortaleció los enfoques estratégicos en la región.

“La plataforma digital se enfocó en adoptar medidas sobre las tres dimensiones del riesgo de desastre (características y exposición a amenazas, vulnerabilidad y capacidad) para poder prevenir la creación de nuevos riesgos, reducir los riesgos existentes, aumentar la resiliencia y crear mecanismos que permitan conocer el impacto de la pandemia a nivel regional”, explica Claudia Herrera, Secretaria Ejecutiva de CEPREDENAC.

Los esfuerzos integrales, añade Herrera, son fundamentales en la construcción de la buena gobernanza para “sacar adelante a la región mediante una combinación de trabajo, ideas y experiencias entre gobiernos y sector privado”.

El sector privado ha sido, precisamente, uno de los sistemas que más ha tenido que apelar a la resiliencia durante la pandemia. “Se afectó la oferta y demanda, aumentó el costo de operación, se redujo el recurso humano, se interrumpió la cadena de abastecimiento y producción”, enfatiza Lizra Fabien, Directora Ejecutiva de la Asociación de Industrias y Comercio de Dominica (DAIC) y Expresidente de la Red de Cámaras de Comercio del Caribe (CARICHAM).

La Alianza del Sector Privado para Sociedades Resilientes ante Desastres (ARISE), en este sentido, se convirtió en la plataforma indicada para un sector privado robusto que pueda trabajar de la mano con el sector público en la construcción de una buena gobernanza. “Este proceso de recuperación también desarrollará las colaboraciones regionales y la implementación de buenas prácticas aprendidas entre nosotros mismos para garantizar que emerjamos como una región más fuerte”, añade Fabien. 

Trabajar hacia la buena gobernanza

La pandemia de COVID-19, entonces, en conjunción con la Meta E del Marco de Sendai construyen el escenario propicio para mejorar la gobernanza en la región. Tal y como lo dice Ugarte: “en tiempos de crisis es necesario seguir reforzando la buena gobernanza en las estrategias de reducción del riesgo de desastres a nivel nacional, regional y mundial”.

"El mayor propulsor del riesgo de desastres es una gobernanza débil. Es necesario contar con objetivos claros, planes, directrices y coordinación entre todos los sectores. Todos somos responsables de la reducción del riesgo de desastres y de ello depende el éxito de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Debemos construir una buena gobernanza para garantizar un futuro próspero y seguro", destaca Raúl Salazar, jefe de la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR), Oficina Regional – Las Américas y El Caribe.

La gobernanza debe adoptar una mirada amplia y profunda de los riesgos y sus impactos, teniendo en cuenta su construcción social. En su justificación más básica y fundamental, equivale a la vida misma: “la buena gobernanza del riesgo de desastres se puede medir en vidas salvadas, la reducción de personas afectadas a causa del desastre y la reducción de pérdidas económicas”, concluye Mami Mizutori.

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