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De acuerdo con las últimas evidencias, las inversiones en escuelas seguras tienen un retorno económico hacia la sociedad y también contribuyen a la recuperación económica.   Son, entonces, una forma clara  de financiar las iniciativas de reducción de riesgo desde el sector de educación y una contribución directa a crear sociedades más resilientes. 

La suspensión de clases por más de un año producto de una pandemia no había sido justamente dimensionada.  Hasta ahora. La educación bien podría ser uno de los sectores más afectados por la crisis de COVID-19. De acuerdo con distintos análisis, los estudiantes afectados por los cierres de colegios percibirán 3% menos de ingresos durante su vida profesional, lo que significará una pérdida aproximada de 1.5% en los PIB en lo que queda del siglo. La pandemia también aumentará la deserción escolar y tendrá un efecto profundo en los procesos de aprendizaje de toda una generación, sin contar los efectos sistémicos del cierre de escuelas, como mayor desnutrición, salud mental y otras vulnerabilidades.  

Son cifras demoledoras que muestran la necesidad de que las escuelas y su seguridad sean parte fundamental en la elaboración de presupuestos nacionales. Más aún en América Latina y el Caribe, donde viven 3 de cada 5 estudiantes que no asistieron a la escuela el año pasado. Esto fue enfatizado durante el Preforo Ministerial Virtual de la Iniciativa de Escuelas Seguras del Caribe , celebrado del 15 al 26 de marzo pasado, y orientado a promover la seguridad en las escuelas del Caribe, es el mecanismo regional para poner en práctica esta relación entre la educación y la resiliencia y, a su vez, garantizar la coordinación. 

La sexta sesión del Preforo: Inversión en Escuelas Seguras como Elemento Clave para la Recuperación Económica, evidenció la importancia de integrar las lecciones aprendidas durante esta crisis en los procesos de recuperación. “Debemos invertir en la recolección y utilización de información para vigilar y mapear intervenciones precisas, a la vez que debemos modernizar nuestra infraestructura tecnológica no solamente para hacer frente a los desastres, sino para las realidades contemporáneas”, aseguró, Fayval Willams, Ministra de Educación, Juventud e Información de Jamaica. 

Según João Pedro Azevedo, economista del Banco Mundial, el sistema educativo debe preparar a sus maestros de cara a niveles más bajos de aprendizaje y niveles más altos de desigualdad. Es decir, prepararlos para las consecuencias que deja la pandemia. 

“Los sectores vulnerables han sido los más afectados por los cierres durante la pandemia, ya que no tienen el acceso a la tecnología necesaria”, agregó Cynthia Hobbs, especialista en educación del Banco Interamericano de Desarrollo. 

Por su parte, Andrew A. Fahie, Primer Ministro de las Islas Vírgenes Británicas, indicó que la reconstrucción del sistema escolar tras la pandemia solo debe darse considerando la tecnología. “La inacción no puede ser una acción”, afirmó. 

PRIORIDAD FINANCIERA

Kamal Ahmed, consultor internacional en finanzas del riesgo de desastre para la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR, por sus siglas en inglés), ahondó más en la importancia de invertir en todas las aristas de la seguridad escolar. “Una estructura escolar que colapsa o que cierra, interrumpe programas de alimentación, por ejemplo, que es un elemento clave en los programa sociales de muchos países, y a veces el único acceso a fuentes de nutrición de muchos niños vulnerables. En el caso de la pandemia, si el niño se queda en casa, el padre o la madre deben también quedarse, lo que reduce la participación de ese hogar en el mercado laboral y, por ende, sus ingresos”, señaló Ahmed. “Invertir en educación produce resultados asombrosos, pero también la falta de inversión deja consecuencias sorprendentes”. 

De acuerdo con Ahmed, los gobiernos deben desarrollar una evaluación integral de los colegios, identificando fortalezas y capacidades, además de crear una matriz con enfoques de escuelas seguras y resilientes, escuelas frágiles y marginalizadas y escuelas más vulnerables. También se debe elaborar un programa que permita compensar las pérdidas de aprendizaje. 

Desde el punto de vista financiero, añade Ahmed, se debe invertir de forma tal que se reduzca la vulnerabilidad económica, social, ambiental, física y de falta de gobernanza. El Ministerio de Educación debe ser prioridad en la elaboración de los presupuestos nacionales, los cuales deben proyectar no solo el gasto, sino también fondos de emergencia.  

Por su parte, Raúl Salazar, jefe de UNDRR - Oficina regional para las Américas y el Caribe, sostuvo que “la pérdida de aprendizaje aumenta las brechas y la desigualdad en el sistema escolar, y por ende las vulnerabilidades sociales. La desaparición de un gran sector de la población escolar del sistema educativo, creará efectos significativos en todos los sistemas sociales, incluidos los sistemas económicos”.   Eso resalta de forma clara las dimensiones del riesgo sistémicos en sus aristas y nos obliga a enfrentar con una visión holística e integral.
En este sentido, Fahie, Primer Ministro de las Islas Vírgenes Británicas, precisó que el 20% del recaudo del impuesto de 7% aplicado a servicios financieros se destina al mejoramiento de la estructura escolar.  Es decir, la reducción del riesgo forma parte permanente de los gastos estatales.

El Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres es enfático al respecto: “la reducción del riesgo de desastres debe reforzarse con la aportación de recursos suficientes a través de distintos mecanismos de financiación, incluidas contribuciones mayores, oportunas, estables y previsibles al Fondo Fiduciario de las Naciones Unidas para la Reducción de los Desastres, y con el fortalecimiento de la función del Fondo Fiduciario en relación con la aplicación del presente Marco”.

La iniciativa mundial para las Escuelas Seguras fue acogida por los Estados durante la firma del Marco de Sendai, que cumplió seis años de vigencia el 18 de marzo.

“Para avanzar, debemos hacerlo juntos. De manera integral, con un esfuerzo interinstitucional e intersectorial que emplee las capacidades de gestión de desastres de diferentes sectores y ponga en marcha planes y estrategias bien desarrollados, financiados y en coherencia con otras grandes agendas, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París”, aseguró durante la jornada inaugural del Preforo Mami Mizutori, Representante Especial del Secretario General de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres. 

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