La buena gobernanza garantiza el desarrollo sostenible
Nada menoscaba más el desarrollo que los desastres. La falta de estrategias y planificación ante un evento de origen natural, humano o biológico, podría significar el inevitable retroceso en los esfuerzos de desarrollo y crecimiento de una sociedad.
Por ello, es necesario llevar a cabo una revisión de los modelos de desarrollo y centrar nuestra atención renovada en los factores sociales y económicos que aumentan nuestra vulnerabilidad y grado de exposición. Es necesario, sobre todo, la construcción de una buena gobernanza que proteja y garantice la resiliencia de personas y ecosistemas, y que permita gestionar los cambios de manera eficaz.
“Debemos superar de una vez por todas el predominio de un enfoque reactivo hacia los desastres y de adoptar uno que integre la reducción del riesgo de desastres en el propio ADN de las iniciativas de desarrollo”, aseguró Mami Mizutori, Representante Especial del Secretario General de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, durante su participación en el webinar Gobernanza del riesgo en las Américas y el Caribe bajo un contexto de riesgo sistémico. El evento, que contó con la participación de importantes expertos de diferentes sectores, fue organizado por UNDRR - Oficina para la Américas y el Caribe con motivo del Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres que se conmemora el 13 de octubre de cada año.
La gobernanza es, además, uno de los pilares del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres (2015-2030). Este marco, hoja de ruta global para la reducción de riesgos, establece que la gobernanza tiene una gran importancia para una gestión eficaz y eficiente del riesgo de desastres a todos los niveles, además de que fomenta la colaboración y las alianzas entre mecanismos e instituciones en la aplicación de los instrumentos pertinentes para la reducción del riesgo de desastres y el desarrollo sostenible.
De acuerdo con un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), una mejora de apenas un punto en el Índice de Gobernabilidad y Políticas Públicas en Gestión del Riesgo de Desastres (iGOPP) en gobernanza equivale a una reducción de 6.4% en las pérdidas económicas producto de un desastre y a un 3% de reducción en muertes.
Es decir, la gobernanza se manifiesta en el número de vidas salvadas, la disminución de las personas afectadas y la reducción de pérdidas económicas. “Si existe una mejor capacidad del gobierno para enfrentar problemas habrá una mayor efectividad en las decisiones tomadas”, explicó Sergio Lacambra, Especialista Líder en Gestión del Riesgo de Desastres del BID, quien añadió que esa efectividad en las decisiones tomadas permite planear un proceso de recuperación previo a los desastres.
Para que la buena gobernanza se convierta entonces en ese diferenciador, debe incluir una perspectiva multidimensional y sistémica del riesgo, que evidencie la interconexión que existe entre los sistemas y los países. La pandemia de COVID-19 es un claro ejemplo de la naturaleza sistémica de los desastres, siendo una emergencia sanitaria el disparador para afectaciones en los ámbitos políticos, económicos y sociales del planeta entero. “No gestionamos para el cambio, sino a través del cambio”, afirmó el científico Roger Pulwarty, refiriéndose sobre cómo la gobernanza debe comprender, precisamente, estas complejidades de los riesgos con una visión sistémica.
Para reducir el riesgo de desastres y lograr un desarrollo sostenible, según el Marco de Sendai, la gobernanza necesita establecer alianzas fuertes y estratégicas. El sector privado es uno de esos aliados. Esta mancuerna debe incluir cooperación, colaboración, comunicación y consistencia, según afirmó Lizra Fabien, Directora Ejecutiva, Asociación de Industrias y Comercio de Dominica y una de las principales impulsoras de la Alianza del Sector Privado para Sociedades Resilientes ante Desastres (ARISE) en el Caribe. “El sector privado es uno de los principales ejes del crecimiento económico, y el sector público facilita este crecimiento a través de la buena gobernanza”, enfatizó Fabien sobre cómo una buena gobernanza impacta en todos los sistemas.
El Marco de Sendai también propone, en su Meta E, incrementar considerablemente el número de países que cuentan con estrategias de reducción del riesgo de desastres a nivel nacional y local para 2020. Costa Rica es uno de los ejemplos más destacados en la región en lo que se refiere a la aplicación de estrategias nacionales.
Para ello han creado un sistema nacional de inversión pública con un enfoque de gestión de riesgo, además de modelos integrales y sistemas nacionales de planificación. “Tenemos una institucionalidad privilegiada que permite una buena gobernanza, pero todavía queda mucho por mejorar”, manifestó Pilar Garrido Gonzalo, Ministra de Planificación Nacional y Política Económica Gobierno de la República de Costa Rica.
Por otra parte, los gobiernos locales que planifican y elaboran políticas y marcos legislativos, y que integran la reducción del riesgo de desastres, permiten una mayor capacidad de gestión en su gobernanza. En Montevideo, Uruguay, por ejemplo, se trabaja desde 1995 en la creación de leyes nacionales y decretos con enfoque de gestión de riesgo. “Es muy importante incorporar la dimensión comunitaria en todo el proceso”, dijo Andrea De Nigris, de la Unidad Ejecutora de Resiliencia de la Intendencia de la capital uruguaya.
“Las Américas y el Caribe continúa siendo la región más desigual en todo el mundo. En una región en la que la mayoría de su población vive en las ciudades, la degradación ambiental de muchas de las actividades económicas en las que se basa el crecimiento económico continúa siendo muy alta. Esta pandemia dará origen a que 30 millones de personas se sumen a los más de 184 millones de personas que ya viven por debajo del umbral de pobreza. Si no abordamos el riesgo de desastres a través de una gobernanza adecuada y que comprenda estas dimensiones sistémicas, el riesgo continuará aumentando”, añadió Mami Mizutori durante su participación en el webinar.
En los últimos 20 años los desastres, en particular los de origen climático, y las pérdidas económicas producto de los mismos, se han duplicado. La buena gobernanza se convierte entonces en un punto de inflexión para la integración y la coherencia de los esfuerzos para reducir el riesgo de desastres, fomentar un desarrollo sostenible y hacer frente al cambio climático. Esta coherencia se traduce en una mayor resiliencia de nuestras sociedades.