Futuros resilientes: lecciones de Haití y cómo construir ciudades más seguras
Se estima que en 2030 el 60% de la población mundial vivirá en zonas urbanas. Con el efecto del cambio climático en aumento, las ciudades, los ciudadanos y el sector privado tendrán que trabajar juntos para evitar la pérdida de vidas a gran escala y los daños al medio ambiente y a las infraestructuras. La serie Futuros Resilientes muestra las formas prácticas en que las ciudades y las autoridades locales, los gobiernos, las empresas y las partes interesadas en el desarrollo sostenible pueden planificar para aumentar la resiliencia y reducir el impacto de los desastres.
Este proyecto fue producido por Devex, con el apoyo de UNDRR y en alianza con Goal Global y Helvetas.
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La naturaleza multidimensional del riesgo en Haití ha dificultado el trabajo de las organizaciones humanitarias y de desarrollo en un marco tradicional en el que las entidades de sectores como la salud, el agua y el saneamiento, o el socorro de emergencia operan de forma aislada unas de otras. Algunas instituciones, como el Banco Mundial, están promoviendo la resiliencia urbana como un marco intersectorial que podría ayudar a mitigar los riesgos, al tiempo que se fortalece la capacidad de las ciudades para hacer frente a las crisis.
Sin embargo, este fomento de la resiliencia descansa a menudo en mecanismos de gobernanza sólidos, así como en los correspondientes recursos humanos, técnicos y financieros necesarios para implementar políticas que abarquen la totalidad del sistema, algo de lo que el país carece en la actualidad. En este contexto lleno de desafíos, ¿qué margen de maniobra les queda a las organizaciones de ayuda?
“Seguimos viendo instituciones que, antes y después del desastre, continúan agravando la situación ... sin salida aparente y sin posibilidad de que la gente pueda atisbar algún tipo de reconstrucción resiliente”.
— Louis Herns Marcelin, profesor de Ciencias Sociales de la Universidad de Miami
Desarrollo a escala de barrio
En este momento, ciudades de todo el mundo apuestan por estrategias integradas que toman en consideración la interrelación entre los diversos sistemas urbanos y que permiten a los Gobiernos preparar sus planes de contingencia ante crisis futuras. Sin embargo, esta no sería una opción realista para el caso de Haití, según Anne-Marie Petter, arquitecta y aspirante a doctora por la Universidad de Montreal. Su investigación sobre la reconstrucción dirigida por la comunidad en Haití ha revelado que, a lo largo de las últimas décadas, los donantes internacionales han financiado decenas de ejercicios de planificación a nivel municipal, regional y nacional, la mayoría de los cuales nunca fueron implementados.
“Es ilusorio pensar que vayamos a encontrar una estrategia única para Puerto Príncipe en su conjunto”, afirmó Petter. “Lo que funciona es tener proyectos ad hoc a escala de barrio que permitan movilizar a la población local, especialmente con ONG que ya lleven mucho tiempo en el terreno y que conozcan las prácticas locales”.
A raíz del terremoto de 2010 que devastó Puerto Príncipe, las ONG internacionales tuvieron que lidiar con la realidad urbana de #LosDesastresNoSonNaturales. Si bien las acciones de las zonas rurales se había centrado en ayudar a hogares concretos, la prioridad en Puerto Príncipe era reconstruir la infraestructura pública y restaurar el acceso a los servicios.
“Poco a poco se empezó a pensar en una respuesta más a largo plazo”, recordó Ann Lee, directora ejecutiva de CORE, antes J/P Haitian Relief Organization. “La idea es concebir la vivienda no solo como un programa de construcción de casas, sino más como una estrategia de mejora de la calidad de vida que toma como unidad de base los hogares”.
Por unos proyectos integrados
J/P HRO fue una de organizaciones que se propusieron implementar proyectos de reconstrucción de barrios en toda la ciudad durante la década de 2010. La idea era que si la estrategia funcionaba a pequeña escala, se podría lograr un alto impacto con poca financiación y sin contar con un plan de reconstrucción para toda la ciudad.
Aunque de envergadura limitada, los proyectos han destacado por lograr resultados notables, algunos de ellos altamente simbólicos. Entre otras cosas, pusieron la mira en las comunidades marginadas, demostraron la posibilidad real de mejorar los barrios informales y dotaron a las partes interesadas de buenas prácticas y datos que podrían reutilizarse en las próximas décadas.
También posicionaron a las comunidades como actores legítimos en el proceso de construcción de la ciudad. Si bien el crecimiento urbano informal se caracteriza a menudo como “no planificado” o “anárquico”, los residentes han tenido que compensar la ausencia de Estado construyendo viviendas e infraestructura improvisada mediante formas locales de gobernanza comunitaria, como los comités vecinales. Algunos de los proyectos urbanos más exitosos y duraderos de Puerto Príncipe fueron altamente participativos, lo que llevó a las organizaciones implementadoras a adoptar una función facilitadora.
“Podemos brindar todo el apoyo técnico que queramos, pero para que los proyectos tengan éxito, deben ser deseados y aceptados por la comunidad”, declaró Karl-André Charles, subdirector de Global Communities, que ha trabajado en varios proyectos de planificación comunitaria en Puerto Príncipe.
Sin embargo, esos resultados intangibles no suelen ser valorados por los donantes, ni por la prensa, que criticó a la Cruz Roja Americana por no construir viviendas particulares.
“Es mucho más difícil lograr que la gente comprenda la amplitud del impacto”, afirmó Lee. “Muchos donantes están obsesionados con acciones claras y concretas, por ejemplo, hemos facilitado tres millones de almuerzos, ¿verdad?”. Lee señaló que CORE no está tan condicionada por este tipo de consideraciones como otras organizaciones gracias a que la mayor parte de sus fondos provienen de fuentes privadas.
Según Maggie Stephenson, arquitecta que trabajó como asesora técnica principal de ONU-Hábitat para Haití tras el terremoto y coautora de una revisión de 28 proyectos de planificación comunitaria, las exigencias de financiación supusieron una grave limitante en la capacidad de impacto de las ONG durante los años posteriores al terremoto. Se habría ejercido mucha presión sobre las organizaciones de desarrollo para que produjeran resultados en plazos que no eran realistas y que iban en contra de la perspectiva a largo plazo que se requiere para desarrollar la resiliencia.
“La presión sobre los plazos y el hecho de que todo va con retraso lleva a decisiones verdaderamente desafortunadas en términos de políticas y programas, se gasta todo el dinero apresuradamente en cosas que no son las más convenientes a largo plazo o desde una perspectiva más general”, explicó.
“Podemos brindar todo el apoyo técnico que queramos, pero para que los proyectos tengan éxito, deben ser deseados y aceptados por la comunidad”.
- Karl-André Charles, subdirector de Global Communities
Planificación urbana para la reducción de riesgos
No obstante, las lecciones extraídas de los proyectos de planificación comunitaria han logrado permearse en proyectos posteriores. Canaan es un nuevo asentamiento de más de 300.000 habitantes ubicado a 15 kilómetros al norte de Puerto Príncipe. Se trataba en principio de un campamento, una “tierra prometida”, para la población desplazada por el terremoto, que terminó convirtiéndose en una ciudad improvisada. Como parte de las actividades de planificación urbana financiadas por la Cruz Roja Estadounidense, Hábitat para la Humanidad, en colaboración con la comunidad, realizó evaluaciones de riesgo, incluidos los riesgos abordados por la campaña #LosDesastresNoSonNaturales, así como las amenazas asociadas a la falta de acceso a infraestructura pública como el saneamiento.
“Muchos residentes no sabían que sus casas eran vulnerables o no tenían en cuenta los riesgos al construirlas”, manifestó Jean Frenel Tham, director de país de Hábitat para la Humanidad. A través de su intervención, Hábitat generó discusiones informadas entre los residentes de Canaán sobre la naturaleza del riesgo y las soluciones disponibles.
“La planificación urbana es una herramienta crucial que creo que deberíamos considerar como punto de partida para la preparación en caso de desastres”, explicó Tham.
¿Cuál es el futuro de la ayuda en Haití?
Sin embargo, ese enfoque aún no ha sido adoptado por todo el sector, especialmente en la etapa inmediatamente posterior a los desastres. “La respuesta humanitaria al huracán Matthew, que azotó el suroeste de Haití en 2016, no logró involucrar a las poblaciones locales, lo cual obstaculizó su capacidad para recuperarse”, afirmó Louis Herns Marcelin, profesor de Ciencias Sociales de la Universidad de Miami. “La forma en que se distribuyó la ayuda alimentaria a través de personalidades locales alteró los sistemas políticos y generó conflictos; los programas de ayuda ignoraron las necesidades de la población, cuya prioridad era salvar los cultivos y reiniciar la producción de alimentos”, agregó.
“Seguimos viendo instituciones que, antes y después del desastre, continúan agravando la situación de fragilidad del país y la población, sin salida aparente y sin posibilidad de que la gente pueda atisbar algún tipo de reconstrucción resiliente”, añadió Marcelin.
Marcelin y la investigadora Toni Cela, coordinadora del Instituto Interuniversitario de Investigación y Desarrollo e investigadora de la Universidad de Miami, identificaron una serie de actores políticos locales y sistemas comunitarios que podrían haber participado en la respuesta de ayuda, entre los que figuran líderes comunitarios, cooperativas de mujeres y asociaciones de productores agrícolas. También delinearon formas de desarrollar la capacidad de las poblaciones locales para prepararse para futuros desastres, como el apoyo a las cooperativas que almacenan granos para emergencias.
Tales soluciones, aclaran, permitirían a las poblaciones locales activar sus propios sistemas de ayuda en los primeros días tras la catástrofe, antes de la llegada de la asistencia internacional. Y les ayudaría a recuperarse mejor después de los desastres, al tiempo que reducirían su dependencia de la ayuda.
“Los desastres se convertirán en moneda corriente, una situación común en la vida de las personas”, dijo Marcelin. “En lo que tenemos que insistir no es tanto en cómo podemos enviar ayuda a algún lugar, sino en cómo podemos ayudar a las personas a generar la primera respuesta por sí mismas”.
En la serie resilientfutures.devex.com encontrará más información sobre las prácticas que las ciudades pueden adoptar para desarrollar la resiliencia y reducir el impacto de los desastres. Únase a la conversación con el hashtag #CiudadesResilientes.
Sobre la autora
Flavie Halais
Flavie Halais es una periodista independiente con residencia en Montreal, Canadá, que cubre temas internacionales y urbanos desde una perspectiva social. Su trabajo ha sido publicado por WIRED, the Guardian, Le Monde Afrique, Jeune Afrique, the Correspondent y Devex.