Futuros Resilientes: ¿Cuándo las amenazas se vuelven desastres? Una explicación
Se estima que en 2030 el 60% de la población mundial vivirá en zonas urbanas. Con el efecto del cambio climático en aumento, las ciudades, los ciudadanos y el sector privado tendrán que trabajar juntos para evitar la pérdida de vidas a gran escala y los daños al medio ambiente y a las infraestructuras. La serie Futuros Resilientes muestra las formas prácticas en que las ciudades y las autoridades locales, los gobiernos, las empresas y las partes interesadas en el desarrollo sostenible pueden planificar para aumentar la resiliencia y reducir el impacto de los desastres.
Este proyecto fue producido por Devex, con el apoyo de UNDRR y en alianza con Goal Global y Helvetas.
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Las amenazas naturales pueden causar muertes, daños a viviendas e infraestructura e interrupciones en los servicios básicos. También pueden tener efectos negativos sobre los medios de vida, el medio ambiente y la economía.
Las inundaciones, avalanchas, tsunamis, terremotos y erupciones volcánicas no son necesariamente peligrosas en sí mismas; son fenómenos que ocurren como parte del ciclo y los procesos ambientales normales de la Tierra.
Por ejemplo, las cadenas montañosas como el Himalaya y los Andes están formadas por placas tectónicas que se pueden deslizar unas encima de otras o chocar las unas contra las otras. Los fondos oceánicos se expanden a partir del magma que emana de las fracturas de las placas para luego enfriarse y endurecerse.
Esta misma actividad tectónica puede provocar terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas que se convierten en desastres cuando tienen efectos sobre la vida humana.
Por ejemplo, el Cinturón de Fuego del Pacífico es famoso por sus erupciones volcánicas y terremotos causados por los movimientos tectónicos de las placas pacífica, indoaustraliana y norteamericana. A pesar de esto, algo que no es nuevo para los científicos, la mayoría de la gente sigue con su vida diaria sin ser consciente de lo que sucede bajo la superficie.
Especie humana versus naturaleza
Sin embargo, cuando la vida humana entra en escena, la situación se complica.
ReliefWeb informa de unos 30 desastres vigentes en la actualidad causados por amenazas naturales, en su mayoría tifones, inundaciones y deslizamientos de tierra en 2020, de un total de 36, incluidos los desastres antropogénicos.
El tifón Goni y el tifón Vamco están causando estragos en Filipinas. Solo Goni desplazó a más de 80.000 personas, según la agencia humanitaria de las Naciones Unidas (OCHA), lo que se suma a los daños causados por tres ciclones en octubre.
Mientras tanto, las inundaciones y tormentas de Vietnam, Camboya y otras zonas del sudeste asiático han provocado la muerte de cerca de 40 personas y han dañado hogares, edificios y tierras y cultivos alimentarios. Las inundaciones del África subsahariana también explican varios de los desastres de este año.
Izmir, la tercera ciudad más grande de Turquía, fue golpeada por un terremoto de magnitud 7.0 el pasado 30 de octubre que acabó con la vida de más de 110 personas e hirió a varios centenares. Haití, que experimentó un terremoto catastrófico en 2010 y fue golpeado por un brote de cólera, un huracán y otro gran terremoto en 2018, tiene que luchar por recuperarse después de cada desastre.
Hay muchas ciudades y países que solo se ven afectados por desastres de forma ocasional, pero para mucho otros, hacer frente de manera eficaz a los desastres se ha convertido en algo esencial para la supervivencia y el desarrollo sostenible. Indonesia, cuyo archipiélago se formó en parte por la actividad tectónica, es una de las naciones más propensas a terremotos y actividad volcánica. El país alberga una proporción importante de los volcanes activos del mundo, con al menos 120 en total. De las 61 erupciones ocurridas en 2020, 11 tuvieron lugar en Indonesia.
Determinación del riesgo
Las comunidades, los Gobiernos y los expertos científicos pueden medir el riesgo de eventos naturales específicos de diversas maneras para determinar cuándo pueden ser considerados como desastres.
Por ejemplo, las inundaciones se suelen clasificar según la probabilidad de que ocurran en un período de tiempo determinado, como 10, 50 o 100 años. Así, una inundación con un tiempo de retorno de 100 años sería un evento a gran escala y severamente destructivo, mientras que una inundación con un tiempo de retorno de 10 años también sería perjudicial, pero mucho menos, en términos relativos.
La escala de Richter y la escala de Mercalli modificada se utilizan para medir la magnitud y la intensidad de los terremotos, mientras que la escala mejorada de Fujita evalúa los tornados y su nivel de impacto.
Algunos activistas locales también abogan por recurrir a los conocimientos tradicionales para realizar las evaluaciones de riesgos y complementar el conocimiento científico.
Los efectos del cambio climático también pueden estar acrecentando la intensidad —y la frecuencia— de las amenazas naturales, siendo algunas evaluaciones del riesgo más desafiantes con el aumento de la variabilidad de las estaciones.
Resiliencia urbana
Muchas de las ciudades más expuestas a los desastres son ya conscientes de los desafíos de desarrollar la resiliencia. Sin embargo, dado que se prevé que para el año 2030 el 60% de la población mundial viva en áreas urbanas, la situación podría empeorar, especialmente para quienes actualmente se enfrentan a desafíos socioeconómicos complejos.
El hecho de que los asentamientos informales ya representen en ocasiones una gran proporción de los mayores centros urbanos del mundo ejerce una enorme presión sobre los recursos. La vivienda, el agua y el saneamiento, la energía, Internet y las comunicaciones, las redes de transporte están dispuestas de manera inadecuada y el acceso a ellos es desigual. Las conmociones causadas por los desastres podrían empeorar la situación de quienes ya son de por sí vulnerables.
Las iniciativas de respuesta y recuperación pueden ser costosos. Y aunque una inversión de 1 dólar en infraestructura resiliente puede generar un retorno de 4 a 15 dólares, el 90% de los fondos todavía se destina a la respuesta de emergencia y la recuperación post-desastre en lugar de a la mitigación y la prevención.
De la misma forma que científicos y expertos en desastres han ideado formas estandarizadas de medir el riesgo, las ONG, los organismos de la ONU y los Gobiernos nacionales y locales han desarrollado una serie de políticas, normativas y herramientas concebidas para evaluar qué tan resilientes son las ciudades y qué se puede hacer con vistas a mejorar su capacidad para soportar y gestionar el riesgo. Y aunque todo esto pueda servir de ayuda, el factor clave sigue siendo la voluntad política de las comunidades y los Gobiernos para invertir en la mitigación y prevención de los desastres.
En la serie resilientfutures.devex.com encontrará más información sobre las prácticas que las ciudades pueden adoptar para desarrollar la resiliencia y reducir el impacto de los desastres. Únase a la conversación con el hashtag #CiudadesResilientes.
Sobre la autora
Rachel Shue
Rachel Shue es responsable de la serie de contenido digital de Devex, hace de enlace con socios y clientes y ayuda a elaborar ideas para nuevas iniciativas y eventos. En la actualidad, reside en Barcelona después de haber trabajado para diversas ONG, organismos de la ONU y empresas de consultoría de gestión en Laos, Sudáfrica, Afganistán, Indonesia y Líbano